Soraya descubre que Mariana es su hermana y planea un oscuro complot para deshacerse de ella

El detective, que ha contratado Soraya, tiene información acerca de la madre de Mariana. Le revela que se llamaba Virginia y que conoció a su padre, Rafael Montenegro, en un restaurante italiano en Ciudad de México. Luego, se trasladó a vivir a Toluca, ya embarazada de tres meses, y murió tras dar a luz.

Soraya quiere saber más sobre la madre de la prometida de Luis Alberto y acude al restaurante donde Virginia vio por primera vez al empresario, dueño de una fábrica de salsas. El propietario del local le confiesa a la malvada joven que Virginia y Rafael tuvieron un breve romance. A Soraya le viene a la mente las fuertes discusiones de sus padres cada vez que hablaban de la amante que tenía su progenitor en Toluca.

Atando cabos, la joven empresaria sospecha que Mariana puede ser hija biológica de su padre y, para confirmarlo, realiza una prueba de ADN de ella misma y de Villarreal para ratificar sus sospechas. Efectivamente, los resultados son concluyentes: Soraya y Mariana son hermanas.

Montenegro acude al cementerio para desahogarse ante la tumba de su padre. "Papá, Mariana tiene tu sangre y no es adoptada como yo", asegura en voz alta y continúa diciendo: "Yo voy a ser tu única princesa", con cara de odio.

Soraya no está dispuesta a que Mariana le arrebate parte de su fortuna y, mucho menos, al amor de su vida, así que va a ver, de nuevo, a la bruja para que le ayude a deshacerse de la hija de Pedro.

La bruja le asegura que existen hierbas letales que pueden acabar con la vida de una persona sin levantar sospechas, incluso si la policía decide investigar, y la pone en contacto con un chamán para que vaya a buscarlas.

La joven Montenegro visita al hechicero, que vive apartado del mundo, y él le recuerda que las hierbas que le va a entregar son mortíferas. A Soraya, que no tiene escrúpulos, le da igual; está dispuesta a acabar con la vida de Mariana para evitar que se convierta en la mujer del hijo de don Alberto.

Cuando obtiene las hierbas se las entrega a la bruja, quien prepara un brebaje que se suministra en gotas, y le advierte que sea cautelosa. La dosis adecuada para que no se detecte en la sangre es de una gota por la mañana y otra por la tarde. Si no cumple lo estipulado, la policía podría descubrir que ha sido envenenada y ella acabaría en prisión.