Su dueña es la doctora Morris una antigua atleta medallista olímpica, que compagina el restaurante con su trabajo de radióloga. La gerencia del restaurante está en manos de su hijo, que nunca escucha sus sugerencias.
Al llegar al restaurante, Gordon lo confunde con la entrada de una casa. Tras probar varios platos en los que la comida estaba seca, el chef llega a la conclusión que se encuentra en un restaurante jamaicano con una salsa infumable.
La Doctora Morris es una persona muy disciplinada, y quisquillosa con todos los detalles. El principal problema radica en su afán por supervisar todo, participando incluso en la elaboración de los platos.
En la cocina todo está clasificado y guardado en bolsas de plástico. Más que una cocina parece el banco de sangre de un hospital. Los pocos clientes que hay esa noche devuelven los platos a la cocina o piden que se les sirva otro plato diferente.
Ramsay mantiene una charla con la doctora Morris, quien se derrumba y le confiesa que está casi en quiebra y que no tiene ninguna ayuda por parte de su hijo, el gerente del restaurante. Le confiesa que ya no tiene ilusión por el establecimiento.
El primer cambio que hace antes de la reapertura es dar a los clientes la opción de elegir una barbacoa en el patio, o seguir consumiendo el menú habitual. La barbacoa se convierte en todo un éxito.
En la reapertura hay nuevos platos más frescos y sabrosos. Todo parece empezar bien pero los platos se empiezan a acumular. La doctora Morris intenta imponer su criterio nuevamente , pero en esta ocasión es su hijo el que coge las riendas del liderazgo y consigue que la cena sea todo un éxito y los clientes queden satisfechos. Una vez más, el chef Ramsay consigue que un restaurante resurja.