La hija de Augusto cada vez está peor
Carlota, afectada por un trastorno paranoide, está convencida de que todos quieren hacerle daño
Carlota, con trastorno paranoide, vive convencida de que todos conspiran contra ella. Su padre Augusto está muy preocupado por su estado de salud mental.
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Carlota ha dejado de tomar su medicación desde que está embarazada. Su inestable estado mental preocupa mucho a su padre Augusto. Sufre un trastorno paranoide y cada vez está peor.
Un día mirándose en un espejo de su cuarto cree ver a Iker, el exnovio de su hermana Doménica y el padre del hijo que está esperando. El joven fue asesinado por Augusto y ella lo ve reflejado en el espejo. Carlota piensa que el ex de su hermana desea arrebatarle a su bebé y le asegura que el único padre que va a tener su hijo va a ser Jesús.
Carlota vive otro episodio paranoide cuando ve llegar a la mansión a Mariluz y Doménica. Para ella, son sus enemigas y piensa que la intención de ambas es quitarle a su bebé. "Sé lo que estáis planeando, me queréis robar a mi hijo", les asegura fuera de sí y las amenaza con quemarlas vivas si intentan hacer daño a su hijo.
Al escuchar gritos en casa, Augusto se acerca para comprobar qué está pasando y Carlota le cuenta que su hermana y la florista la quieren arrebatar a su hijo.
El malvado empresario intenta calmar a su hija y le pregunta si está tomando su medicación. La joven es sincera con él y le confiesa que la dejó cuando supo que estaba esperando un bebé. Augusto le comunica que va a pedir una cita con la terapeuta que la está tratando para que le recete pastillas que no sean perjudiciales para su hijo.
Augusto pide a Mariluz, que ha presenciado la enajenación mental de Carlota, que sea discreta y no cuente a nadie cómo está su hija. Le revela que la mejor medicina para su hija es su embarazo y el amor que siente por Jesús. La hija de Guadalupe le tranquiliza asegurándole que guardará silencio.
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